
Yo siempre decía que nunca iba a tener un gato. Les tenía terror, no me gustaban para nada.
Pero las circunstancias de la vida me han hecho cambiar de opinión.
Cuando me fui a México, estaba segura que si tendría una mascota, sería un perro. Pero un día encontramos en la calle a una gatita. Estaba en un garage. Le llevábamos comida y era muy agradecida, se acercaba y ronroneaba y refregaba su cabeza en nuestras piernas. Hasta que un día pasamos por ahí y nos seguía. La llevamos a casa y ya se quedó para siempre.
Su nombre es Mini, muy original, no digan que no. Es un poco arisca, no se deja acariciar cuando ella no tiene ganas, pero de noche sube a la cama y comienza su ronroneo y despliegue de dulzura.
La otra gatita, también rescatada de la calle. Estaba debajo de un auto refugiándose de unos perros. Estuvo toda una noche ahí. A la mañana siguiente la escuche maullar, decidí mantener alejados a los perros de ella. Me puse en la ventana con un vaso con agua y les tiraba a los perros cuando se acercaban a ella. A la tarde maullaba mucho y decidimos ir a rescatarla. Ni bien se acercó Fede, la gatita salió. La entramos, le dimos de comer ( tenía un hambre impresionante pobre, pasó toda la noche y el día sin comer), la bañamos y ya está tambien en casa. Su nombre es Sharleen. Es un motorcito andante. Ni bien se acerca ya comienza a ronronear, es muy dulce...
Compañeras inseparables...
Muy buena compañia para mí...
Y yo que decía que nunca tendría gatos, ahora tengo 2... Bueno, es como dice la famosa frase..." es de sabios cambiar de opinión"...
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